COMENTARIO DE TEXTO DE EL LAZARILLO DE TORMES (FRAGMENTO DEL JARRO DE VINO)
Usaba (el ciego) poner cabe sí un jarrillo de vino, comíamos, y yo, muy de presto, le asía y daba un par de besos callados, y tornábale a su lugar. Mas duróme poco, que en los tragos, conocía la falta, y por reservar su vino a salvo, nunca desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa asido, mas no había piedra imán que así atrajese a sí como yo con una pajas larga de centeno que para aquel menester tenía hecha, la cual, metiéndola en la boca del jarro, chupando el vino, lo dejaba a buenas noches. Mas como fuese el traidor tan astuto, pienso que me sintió, y dende en adelante mudó propósito, y asentaba su jarro entre las piernas, y tapábale con la mano, y así bebías seguro. Yo, que estaba hecho al vino, moría por él, y viendo que aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni valía, acordé en el suelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sutil, y delicadamente, con una muy delgada tortilla de cera, taparlo. Y, al tiempo de comer, fingiendo haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos, y, al calor de ella, luego derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destilarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía, que maldita la gota se perdía. Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada. Espantábase, maldecíase, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo qué podía ser. -No diréis, tío, que os lo bebo yo -decía-, pues no le quitáis de la mano. Tantas vueltas y tientos dio al jarro, que halló la fuente y cayó en la burla; mas así lo disimuló como si no lo hubiese sentido.
Y luego otro día, teniendo yo rezumando mi jarro como solía, no pensando el daño que me estaba aparejado ni que el mal ciego me sentía, sentéme como solía. Estando recibiendo aquellos dulces tragos, mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos por mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego que ahora tenía tiempo de tomar de mí venganza, y, con todas sus fuerzas, alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, lo dejó caer sobre mi boca, ayudándose, como digo, con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro, que de nada de esto se guardaba, antes, como a otras veces, estaba descuidado y gozoso, verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído encima.
Fue tal el golpecillo, que me desatinó y sacó de sentido, y el jarrazo tan grande, que los pedazos de él me metieron por la cara, rompiédomela por muchas partes, y me quebrólos dientes, sin los cuales hasta hoy día me quedé. Desde aquella hora quise mal al mal ciego, y aunque me quería y regalaba y me curaba, bien vi que se había holgado del cruel castigo. Lavóme con vino las roturas que con los pedazos del jarro me había hecho, y sonriéndose decía:
"¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud". Y otros donaires que a mi gusto no lo eran.
LOCALIZACIÓN
El fragmento que vamos a comentar pertenece a El Lazarillo de Tormes, una novela picaresca anónima publicada en 1554. Nos encontramos, pues, a mediados del siglo XVI, en el periodo conocido como Renacimiento.
Este periodo está caracterizado por el surgimiento de los estados modernos; además, España se convierte en un gran Imperio tras el descubrimiento de América y el nombramiento de Carlos I de España como rey de Alemania convirtiéndose así en Carlos V. Su reinado supuso para España una apertura cultural, intelectual y artística respecto a las corrientes europeas. Pretendía unir todos los pueblos de Europa en un solo reino pero este sueño no lo llevó a cabo principalmente por las dificultades de unir pueblos con distintas ideologías: protestantes y católicos.
La segunda parte de este siglo fue gobernada por Felipe II que defendió el catolicismo y España volvió a verse envuelta en un nuevo aislamiento.
Ideológicamente, en este siglo se termina de afianzar el humanismo que antepone la razón al sentimiento por lo que se separa lo natural de lo sobrenatural. El hombre es el centro del universo y muestra una actitud vitalista frente a la vida.
Surge una corriente nueva, el neoplatonismo, que busca la belleza idealizada de las cosas. En este sentido el ideal de belleza femenino se relaciona con una belleza física que refleja la belleza interior, mientras que el ideal de hombre es aquél que sabe de armas y de letras. Los autores buscan la perfección a través de una serie de tópicos: locus amoenus, la edad de oro, carpe diem, collige rosas, beatus ille y tempus fugit.
El Renacimiento en España tiene unas características propias. Por un lado, convive lo tradicional con lo moderno, es decir, junto con el octosílabo se emplea el endecasílabo, y junto al villancico y el romance se usa el soneto, la lira o la égloga. En cuanto a la idealización de la realidad, algunos autores españoles reflejan la realidad del momento, es el caso de El Lazarillo de Tormes, dentro de la picaresca.
También es necesario distinguir dos tipos de renacimiento literario: en la primera mitad del siglo se da un renacimiento pagano, humanista e italianizante; en la segunda mitad la literatura vuelve a temáticas religiosas.
En cuanto a la obra a la que pertenece este fragmento que estamos comentando, se trata de la primera novela moderna. Presenta una serie de características que la diferencian de la novela idealista que se escribía en ese momento:
ü Se muestra la realidad frente al idealismo.
ü Se refleja la vida cotidiana de una época.
ü La acción se desarrolla en un lugar y tiempo concreto.
ü El protagonista evoluciona psicológicamente.
El Lazarillo se publica por primera vez en 1554 (Burgos, Alcalá de Henares y Amberes) y será incluida en el Índice de libros prohibidos de la época. El autor pretendía hacer una crítica de la sociedad, especialmente de la nobleza y del clero. Criticaba también la ausencia de valores morales y religiosos; la hipocresía social: crueles mendigos, curas faltos de caridad y moral; otro grupo social al que pretende poner en entredicho es a los hidalgos venidos a menos, que prefieren morir a trabajar para defender su limpieza de sangre y su honra.
GÉNERO
Se trata de un texto narrativo que pertenece al subgénero de la novela. En este siglo se dan dos tipos de novelas: por un lado novelas idealistas: de caballerías, pastoril, morisca, bizantina; por otro lado surge la novela realista: picaresca.
En las novelas idealistas nos encontraremos con unos personajes planos que no evolucionan con la experiencia; además el ritmo de la acción es lento: la trama principal se interrumpe con otros relatos, poemas o descripciones; reflejan un tiempo indefinido, irreal o mítico; el paisaje que se describe está idealizado y son lugares exóticos o legendarios; por último, el argumento es bastante simple: lances caballerescos, idilios amorosos y aventuras fantásticas.
La novela picaresca presenta una serie de características que la diferencian de la novela idealista y que la convierten en la referencia de la novela realista española de todos los tiempos: se trata de un relato autobiográfico cuyo narrador es el propio protagonista de la historia; la narración sigue un orden cronológico y, como personaje principal nos encontramos con un pícaro, es decir, un ser de clase social baja, casi un delincuente que acaba ascendiendo socialmente y que evoluciona psicológicamente a lo largo de la historia. El protagonista es un vagabundo que se mueve inducido por el hambre; busca la manera de mejorar de vida. Se convierte así en un antihéroe ya que carece de ideales.
CONTENIDO Y TEMA
A lo largo de los siete tratados que forman la novela, Lázaro nos cuenta su miserable vida: hijo de un ladrón y una lavandera, se queda huérfano de padre siendo muy niño. Al no poder mantenerlo, su madre se lo entrega a un ciego que será el primero de sus amos. Con el paso del tiempo servirá a otros muchos amos: un clérigo avariento, un escudero, un fraile de la Merced, un alguacil, etc.; hasta que finalmente se casa con la criada y protegida de un capellán de Toledo que le ayuda a conseguir el "honroso" oficio de pregonero y que le es infiel. La novela termina con la irónica afirmación que el protagonista hace de haber tenido mucha suerte en la vida.
A lo largo de los siete tratados se desarrollan una serie de temas:
n La realidad social: sistema de valores equivocados Problemas sociales y económicos. Pobreza y miseria.
n El hambre: los tres primeros tratados se centran en este tema.
n La honra: comportamiento social negativo, falsas apariencias (capítulo del escudero)
n El anticlericalismo: la hipocresía de las prácticas religiosas externas, la crueldad, la falta de caridad, la avaricia, el engaño y la lascivia.
En este fragmento se cuenta un episodio ocurrido cuando Lázaro está al servicio de su primer amo, un ciego. Este trata de averiguar cómo Lázaro se bebe a escondidas el vino de su jarra. Lázaro recurre a una pajita para beber el líquido y hasta llega a hacer en la parte de abajo un agujero que tapa con cera. El ciego sospecha algo y se da cuenta del engaño, así que decide vengarse rompiéndole el jarro en la cara de Lázaro, que se quedó sin dientes desde entonces.
Como se ve, este episodio nos puede servir para comentar tanto la intención del autor como los temas de la obra (principalmente el tema del hambre y la realidad social). La lección brutal del ciego es el primer aviso de lo que le espera a Lázaro: un trato degradante en la vida que le impide convertirse en una persona decente. Por eso el libro, además de ser una crítica contra la iglesia, es una crítica contra una sociedad que humilla a los más débiles y humildes. Esto se ve en el trato que Lázaro recibe de los siete amos a los que sirve (un ciego, un clérigo, un escudero, un fraile, un capellán, un vendedor de bulas, un arcipreste).
ESTRUCTURA
El libro está formado por siete tratados, en el primero se nos muestran las circunstancias personales del protagonista y cómo llega a manos de su primer amo, el ciego. En el segundo conoce a un clérigo con el que se va a vivir y al que se verá obligado a robar para poder comer. En el tercero, su amo será un escudero que aparenta un status social que no tiene y que también hará pasar hambre a Lázaro. En el cuarto, acompañará a un fraile. En el quinto, su amo es un buldero que le enseñará cómo se engaña al pueblo analfabeto para obtener un beneficio. En el sexto, caerá en las manos de un capellán con el que ganará una pequeña fortuna y podrá comprarse ropa. Por último, en el séptimo, conocerá a un arcipreste con cuya criada se casa.
Este fragmento corresponde al primer tratado y está formado por cinco párrafos de distinta dimensión y en donde se combina el diálogo, marcado con guiones o comillas, con la narración. En los tres primeros párrafos se nos cuenta cómo Lázaro se las ingenia para beberse el vino del Ciego y cómo al final este lo descubre pero no le dice nada. Los dos siguientes tratan de cómo pasados unos días, el ciego se venga de Lázaro dejando caer el jarro de vino sobre su cara. Las dos últimas líneas muestran la gran maldad del Ciego al decirle que aquello que lo enfermó también lo sana.
Si hablamos de la estructura narrativa, el planteamiento corresponde al primer párrafo (l. 1-21) en el que se nos presenta a los personajes y el conflicto (el Ciego se da cuenta de que cada vez hay menos vino); el nudo (l. 22-37) corresponde a los cuatro siguientes párrafos donde el Ciego descube lo que hace Lázaro y se venga de él. La conclusión la encontramos en el último párrafo (l. 38-46) en el que se nos dice lo que le sucede a Lázaro tras la venganza del Ciego.
ELEMENTOS DE LA NARRACIÓN
Una vez analizado el contenido del fragmento vamos a comentar los elementos propios de la narración que en este fragmento se dan. En primer lugar, tenemos al narrador, en este caso es el propio personaje, se trata de un narrador interno protagonista en primera persona que cuenta lo que le pasó con el ciego cuando intentaba beberse el vino de su jarra (l. 3-4, Mas duróme poco, que en los tragos, conocía la falta, y por reservar su vino a salvo…)
Los personajes de este fragmento son Lázaro, el protagonista de la novela, y, como personaje secundario, su primer amo, un ciego que le enseña a ser desconfiado y a agudizar el ingenio para obtener algún provecho. En cuanto a la caracterización, la del ciego se realiza de forma directa, por lo que comenta de él el narrador, y de forma indirecta, a través de lo que dice en el último párrafo (l. 45-46, "¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud".); mientras que la caracterización de Lázaro se realiza de forma directa por lo que el narrador, es decir él mismo, dice de él. Lázaro es un pícaro ingenioso que engaña y busca la forma de obtener su propio beneficio (l. 6-8. yo con una pajas larga de centeno que para aquel menester tenía hecha, la cual, metiéndola en la boca del jarro, chupando el vino, lo dejaba a buenas noches; l. 22, No diréis, tío, que os lo bebo yo). El Ciego es astuto y no tiene escrúpulos, es un hombre duro que no duda en hacer daño para defender lo suyo (l. 3-5, Mas duróme poco, que en los tragos, conocía la falta, y por reservar su vino a salvo, nunca desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa asido; l. 24-25, Tantas vueltas y tientos dio al jarro, que halló la fuente y cayó en la burla; l. 43-45, con toda su fuerza, alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, le dejo caer sobre mi boca, ayudándose, como digo, con todo su poder; 43-44, Lavóme con vino las roturas que con los pedazos del jarro me había hecho, y sonriéndose decía:...) Solo en dos ocasiones se escucha la voz de los personajes a través del estilo directo que viene marcado por guiones o comillas. (l. 22-23, 45-46)
Hay una única acción, el engaño de Lázaro y descubrimiento por parte de El Ciego. La acción es lineal y hay saltos en el tiempo como observamos en la fórmula Y luego otro día (l. 26)
La acción se desarrolla en un espacio real y exterior, suponemos que en el campo o bien a las afueras de la ciudad (l. 14-16, al tiempo de comer, fingiendo haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos; l. 36-37, verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído encima…). En cuanto al tiempo, no se especifica pero sí sabemos que no ocurre en un solo día, por lo menos pasaron tres (l. 26, Y luego otro día)
Por último, distinguiremos entre el receptor externo y el interno. Este último es el narratario, y en esta obra es “Vuesa merced” al que Lázaro cuenta su caso.
LENGUA Y ESTILO
Para terminar este comentario vamos a analizar los aspectos relacionados con el uso de la lengua y el estilo empleado en esta novela.
Lo primero que es de destacar es que a pesar de la importancia que tiene en esta obra el diálogo, apenas lo encontramos en este fragmento, el estilo directo, empleado para que los personajes hablen por sí mismos y no a través del narrador, solo aparece en dos ocasiones, en las líneas 22 y 45.
Se trata de un texto narrativo por lo que abundan los verbos y, en cuanto a su uso, observamos que en el texto se utilizan los diferentes tiempos verbales según la finalidad o intención de lo narrado. Podemos ver que en el primer párrafo se emplea el pretérito imperfecto (línea 1: Usaba, comíamos; línea 5: había; línea 8: dejaba…) para describir las acciones que, el Ciego y Lázaro, realizaban en el pasado de forma habitual; el presente aparece en las partes dialogadas (línea 22, bebo, quitáis; línea 45, parece, sana, da) e indica las acciones que se están realizando en el momento en el que se habla. En el tercer párrafo se emplea el pretérito perfecto (líneas 24 y 25, dio, halló, cayó…) ya que se narran acciones terminadas. En el cuarto párrafo se combina el pretérito imperfecto, para indicar lo que hacía Lázaro antes de la venganza del Ciego (línea 26, solía; 27, estaba…), con el pretérito perfecto con el que se narra lo que le hace el Ciego para vengarse (línea 32, dejó; 36, pareció…). En el último párrafo también se mezcla el uso del imperfecto con el pretérito perfecto, este último se emplea en la enumeración de los hechos que le ocurren a Lázaro tras la caída del jarro sobre su cara (línea 38, desatinó, sacó; línea 39, metieron…) y el imperfecto para indicar las acciones que realiza durante algún tiempo el Ciego para curar a Lázaro (línea 42, quería, cuidaba, regalaba…).
Curioso el empleo de la segunda persona del plural que emplea Lázaro para hablar con el Ciego (línea 22, diréis, quitáis). Entendemos que se utiliza como fórmula de cortesía y respeto que se le debía a los mayores.
Otra cuestión a tener en cuenta es el hecho de que el episodio está contado por Lázaro y en todo momento habla en primera persona salvo en el párrafo 4º cuando parece que se distancia de lo que le ocurrió y utiliza la 3ª persona para hablar de sí mismo (de manera que el pobre Lázaro, que de nada de esto se guardaba, antes, como a otras veces, estaba descuidado y gozoso, verdaderamente me pareció que el cielo,). No sabemos si ha sido un descuido del autor o bien lo hizo a propósito para mostrar ese distanciamiento de los hechos que se produjeron quizá por el dolor que aún le causaba cuando lo contaba.
Observamos que para llamar a su primer amo, Lázaro no emplea un nombre propio sino que se refiere a él como “ciego”, quizá con ello el autor lo que pretende no es individualizar al personaje sino representar a toda una colectividad que actuaban de la misma forma y así llevar a cabo su crítica social.
También llama la atención el uso del sustantivo tío (línea 22) para referirse al ciego, palabra que ha modificado su significado a lo largo de los siglos pero que parece que ya en este siglo se empleaba para dirigirse a personas conocidas. Por último, encontramos el empleo de vocativos como en la línea 45 (¿Qué te parece, Lázaro?)
Abunda el uso de adjetivos explicativos pospuestos al sustantivo como en la línea 16, pobrecilla lumbre; línea 18, maldita la gota; línea 28 y 29, dulces tragos; línea 30, sabroso licor; línea 32, dulces y amargo jarro; línea 41, mal ciego.
Sobre la sintaxis, podemos decir que nos encontramos con enunciados muy extensos donde se emplean tanto oraciones subordinadas como coordinadas lo que en ocasiones puede dificultar la comprensión del texto. Apreciamos el uso de estructuras propias del siglo XVI como el empleo del verbo haber por tener (línea 15, fingiendo haber frío) o el empleo del pronombre con función de CD o Ci detrás del verbo (duróme, tornábale, tapábale, espantábase, Lavóme,..); también expresiones como muy de presto (rápido), tornábale (volver a dejar), acordé en el suelo del jarro hacerle (pensé hace …), el daño que me estaba aparejado (que me esperaba), de todo su poder (fuerza)…; otras construcciones que a nosotros nos llaman la atención son: en los tragos conocía la falta (líneas 3 y 4), no me aprovechaba ni valía (línea 12); tomar de mí venganza (línea 31)…
Una de las características de la picaresca es el empleo de un lenguaje sencillo y llano que refleja la forma de hablar del pueblo, en este fragmento lo podemos comprobar si tenemos en cuenta el uso abundante de la derivación de carácter apreciativo a través de la sufijación: línea 1, jarrillo; línea 13, fuentecilla; línea 16, pobrecilla; línea 19, pobreto; línea 38, golpecillo, jarrazo. Además, también encontramos sustantivos de uso coloquial como en la línea 23 tientos; 19, pobreto, y expresiones del tipo moría por él (línea 11), lo dejaba a buenas noches (línea 8), asentaba su jarro entre las piernas (línea 9 y 10), maldita la gota que perdía (línea 18 y 19), y el jarrazo tan grande (línea 38 y 39)… También se puede considerar rasgo coloquial la mención al diablo que se hace en la línea 20 (Espantábase, maldecíase, daba al diablo) Otro rasgo de coloquialismo es el abundante polisíndeton que a lo largo del texto encontramos (líneas 9, 10, 11, 42…)
Como podemos observar se trata de una literatura sin muchos artificios aunque sí podemos encontrar algunas metáforas como en la línea 2, besos callados (sorbos), línea 7, en la boca del jarro (parte abierta por donde se bebe). Comparaciones como en la líneas 5 y 6, que así atrajese a sí como; línea 8, mas como fuese el traidor tan astuto. Encontramos una antítesis en la línea 32, dulce y amargo jarro; línea 45, lo que te enfermó te sana y da salud. Hay frecuentes enumeraciones de acciones como en las líneas 1 y 2 donde también se emplea el polisíndeton al igual que en las líneas 9 y 10 (y yo, muy de presto, le asía y daba un par de besos callados, y tornábale a su lugar // y dende en adelante mudó propósito, y asentaba su jarro entre las piernas, y tapábale con la mano, y así bebías seguro), y en la 42 (y aunque me quería y regalaba y me curaba); también encontramos otra en la línea 20, pero en este caso hay asíndeton (Espantábase, maldecíase, daba al diablo)… Encontramos una perífrasis en la línea 41 y 42 (quise mal al mal ciego) y una interrogación retórica en la línea 45 (¿Qué te parece, Lázaro?)
Por último, la novela picaresca se caracteriza por el empleo de la ironía y el humor. En este breve fragmento podemos captar la ironía sobre todo en las palabras del ciego (líneas 45 y 46, Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud") y en cuanto al humor, debemos creer que en aquella época al receptor le provocaría risa la escena en que sobre la cara de Lázaro, el ciego deja caer el jarro de vino.