LA NOVELA ANTERIOR AL 39
1. INTRODUCCIÓN:
La primera mitad
del siglo XX es muy rica desde el punto de vista literario. La calidad es el
denominador común de todos los géneros, aunque, si hay uno que destaca por
encima de los demás, ése es indudablemente la novela. Los autores de la
Generación del 98 utilizan este género como vehículo fundamental de expresión y
lo convierten en el género por excelencia de la literatura del siglo XX.
Posteriormente, los autores pertenecientes al Novecentismo o Generación del 14
lo cultivan con profusión, junto con el ensayo, y en ambos se proponen buscar
nuevas vías narrativas.
2. LA NOVELA DE LA GENERACIÓN DEL 98
En 1902 publican en España autores
significativos como Azorín, Unamuno, Baroja y Valle-Inclán, los cuales inician
un camino marcado por los siguientes rasgos:
1.- Denuncia de los males de
España: el caciquismo, el hambre y la ignorancia…
2.- Pesimismo ante la
situación histórica (el desastre colonial de 1898) y ante el desmoronamiento de
los valores sociales y espirituales.
3.- Influencia de la
filosofía: los planteamientos existencialistas de Kierkegaard y Schopenhauer
(el escepticismo, la vida como algo absurdo y carente de sentido)
4.- El dolor de España
y Castilla como profundo símbolo de patriotismo casticista.
5.- Renovación estética o del estilo
mediante:
A) El subjetivismo o antirrealismo: no
se persigue, como en la estética realista, la reproducción exacta de la
realidad, sino la expresión de la realidad interior.
B) Concepción totalizadora: la novela
es un género multiforme, en el que tienen cabida también la reflexión
filosófica, el ensayo, el lirismo... (Azorín habla de ‘novela permeable’).
Los temas que
prefieren son España, las causas de la decadencia, la historia, los pueblos,
las gentes... además de la reflexión sobre el hombre y su destino. Estos
autores no se preocupan por la Historia de los grandes personajes, sino por lo
que Unamuno denominó la intrahistoria, es decir, “la vida callada de
miles de hombres sin historia”. Otro elemento fundamental en las novelas de la
Generación del 98 es la descripción del paisaje como reflejo de un estado de
ánimo determinado.
En cuanto a la forma, estos autores
se basan en la simplicidad y la claridad. Huyen de la retórica vacía y de los
largos periodos oracionales. Lo más importante es el argumento, el fondo, y la
forma no debe ser un obstáculo para la comprensión del mensaje implícito en la
novela.
UNAMUNO
(1864/1936)
Unamuno acuñó el término "nivolas"; Unamuno se sirvió de la novela para dejar testimonio de su intimidad
agónica, para la reflexión sobre sus ideas obsesivas sobre la religión, la
vida, la muerte y la propia conciencia. Para ello interviene en el
relato, dialoga con sus personajes, los convierte en símbolos, interpela al
lector...
Novelas
más importantes: En 1914 publica Unamuno la
que, sin duda, es su mejor novela: Niebla. Lo que más
sorprende al lector de esta obra es la utilización del conocido juego
vida-literatura: Augusto Pérez, el protagonista de la novela, se enfrenta con su
creador en un ambiente de confusión entre lo que es verdad y lo que es ficción.
Unamuno también se sintió
atraído por el tema de la lucha entre hermanos, por la historia bíblica de Caín
y Abel. Este motivo fratricida sirve de base a su novela Abel Sánchez (1917)
Tras La tía
Tula (1921), Unamuno publica San Manuel Bueno, mártir (1930).
En esta obra aparecen todos los motivos que, recurrente e insistentemente,
habían ido apareciendo en sus novelas anteriores: la lucha agónica del
individuo en este mundo, el creer y el aparentar creer, la soledad, los
problemas de la fe, la vida como sueño... Cuenta la historia de un cura de
pueblo que ha perdido la fe, pero que aparenta tenrla para que sus feligreses
mantengan intactas sus creencias religiosas.
VALLE
INCLÁN (1866/1936)
Dos estilos definen la
obra de Valle: modernismo y esperpento.
Los años iniciales están marcados por la tendencia
modernista y representados por las cuatro "Sonatas", subtituladas
“Memorias del Marqués de Bradomín”: Sonata de otoño (1902), Sonata
de Estío (1905), Sonata de Primavera (1904) y Sonata de invierno(1905);
supuestas memorias del Marqués de Bradomín, una especie de donjuán, "feo,
católico y sentimental". De esta primera época también es la trilogía de “La
guerra carlista” (1908/1909), que narran episodios de la última guerra
carlista de España.
Entre las
obras marcadas por el esperpento
destaca la que sin duda, es una de las mejores novelas de la primera mitad del
siglo XX, "Tirano Banderas" (1926). Por último las tres novelas
del "Ruedo ibérico" (1927-1932) reflejan la historia y vida de
nuestro país desde el reinado de Isabel II hasta el desastre del 98.
AZORÍN.-(1873-1967)
En las novelas de Azorín (José
Martínez Ruiz) la narración se fragmenta en instantáneas que congelan el tiempo
y captan la impresión del instante. Ejemplo de novela impresionista son La
voluntad, Antonio Azorín, Confesiones de un pequeño
filósofo. Más tarde escribe Don
Juan (1922) y Doña Inés (1925), en las que se describe minuciosamente el
ambiente y la sensibilidad de los personajes.
PÍO
BAROJA (1872/1956)
Sus novelas se caracterizan por los siguientes rasgos:
1.- Novelas
centradas en un personaje -activo y dominador o pasivo y sin voluntad
2- Acción y
diálogos abundantes
3- Marcada
presencia del narrador a través de comentarios y reflexiones
4-Descripciones
impresionistas a base de pinceladas o unos pocos detalles físicos y psicológicos
5- Cierto
desaliño expresivo (exagerado por los críticos).
Su producción narrativa: se suele organizar en grupos de tres novelas
(trilogías) que siguen un tema común. En estos relatos el autor parte de una
observación de la realidad en muy variadas manifestaciones:
Primera etapa (1900-1912)
Trilogías:1.- La lucha por la vida (La
busca, Mala Hierba, Aurora roja);
2.- La tierra vasca (La casa de
Aizgorri, El mayorazgo de Labraz, Zalacaín
el aventurero). 3.- La raza: (La
dama errante, La ciudad de la niebla, El árbol de la ciencia); 4.- El mar: (Las inquietudes de Shanti Andía, El
laberinto de las sirenas, Los pilotos de altura)
Segunda
etapa (1913-1936): (Memorias de un hombre de acción) serie de novelas sobre un
personaje llamado Avinareta .
Tercera etapa
(1939-1956): Desde la última vuelta del
camino (memorias).
3.
NOVELA NOVECENTISTA (GENERACIÓN DEL 14)
Como puente entre
la Generación del 98 y la Generación del 27, encontramos a un grupo de
escritores que se dan a conocer entre 1910 y 1914 y que reciben la denominación
de novecentistas. Se trata de filósofos, historiadores y escritores: José Ortega y Gasset, Eugenio D’Ors,
Salvador de Madariaga, Américo Castro, Gregorio Marañón, Gabriel Miró, Ramón
Pérez de Ayala, Ramón Gómez de la Serna y Juan Ramón Jiménez.
Las
características comunes que presenta este grupo tan heterogéneo son las siguientes:
-
Se vuelven a plantear el problema de España, al igual que los autores
del 98, aunque le dan un tratamiento más intelectual y preciso.
-
Desean que España se mire en el espejo de Europa para modernizarse. Para ello,
estos intelectuales viajan frecuentemente y tratan de incorporar o divulgar los
avances científicos o filosóficos que se producen.
-
Todos son universitarios con vocación política. Se acercan al poder para
intentar impulsar un cambio real y efectivo en España. Algunos de ellos
impulsaron el advenimiento de la II República: Ortega y Gasset, Marañón, Manuel Azaña o Salvador de Madariaga.
- Comparten
un estilo brillante y perfeccionista. Buscan la rigurosidad y la obra bien
hecha.
-
Desvinculan el arte de la vida, y lo convierten en arte deshumanizado
(denominación de Ortega y Gasset). Desarrollan una prosa de gran perfección
formal.
En este apartado
desarrollaremos sólo a aquellos autores novecentistas que destacan por su
producción novelesca. Los demás son fundamentalmente ensayistas.
Gabriel Miró (Alicante,
1879 – Madrid, 1930)
Su prosa destaca
principalmente por la utilización de la descripción. Esta técnica enlaza con la
actitud contemplativa del autor, que muestra una gran maestría en la narración
de los valores sensoriales del paisaje. Describe el color y la luz de un lugar
concreto, y también el olor e incluso el sabor de los alimentos, con lo que el
lector se siente transportado a un mundo pleno de sensaciones. Además de la
descripción, el lirismo y una tristeza vaga son otros dos elementos que deben
ser tenidos en cuenta en su obra. A través del paisaje, Miró expresa sus
sentimientos y expone sus preocupaciones íntimas. El paisaje, especialmente el
alicantino, se convierte así en un vehículo privilegiado de expresión.
Las novelas más
conocidas de Gabriel Miró son Las cerezas del cementerio (1910), Nuestro
Padre San Daniel (1921) y su continuación El obispo leproso (1926).
El resto de su obra está formada por obras que prácticamente carecen de
argumento y se convierten en cuadros descriptivos y evocaciones del paisaje y
de las personas: El libro de Sigüenza (1917), Figuras de la Pasión
del Señor (1917), El humo dormido (1919) y Años y leguas
(1928).
Ramón Pérez de Ayala
(Oviedo, 1880 – Madrid, 1962)
Este autor mezcla
magistralmente en sus novelas los elementos locales de su Asturias natal con lo
extranjero. Residió varios años en Inglaterra como Embajador de España, lo cual
le proporcionó un conocimiento directo de la civilización europea, de ahí su
intento por adaptar estas innovaciones a la cultura española. Se trata de un
novelista intelectual, erudito, meticuloso en lo que a la forma se refiere,
clásico y elegante, con ingredientes de ironía y humor. Los personajes encarnan
los conceptos e ideas del autor, por lo que es frecuente que el desarrollo del
argumento se detenga para dar paso a reflexiones sobre el arte y las
situaciones. Ramón Pérez de Ayala es un narrador tolerante, que justifica en
sus novelas cualquier actitud siempre que esté de acuerdo con la naturaleza del
que la adopta. Además, muestra un gran interés por el análisis psicológico de
los personajes, a los que disecciona espiritualmente frente al lector.
Entre las novelas
de la primera época destaca Troteras y danzaderas (1913), situada en el
Madrid bohemio de principios de siglo. Son relatos costumbristas y satíricos,
con un toque común de pesimismo muy cercano a las preocupaciones de los autores
del 98. Otros títulos son Tinieblas en las cumbres (1907), A. M. D.
G. (1910) y La pata de la raposa (1912).
Las novelas de la
segunda época son más simbólicas y abstractas. La ideología pasa al primer
plano, así como la reflexión por parte del autor: Belarmino y Apolonio
(1921), Los trabajos de Urbano y Simona (1923), Tigre Juan (1926)
y El curandero de su honra (1928).
Ramón Gómez de la Serna
(1891 – 1963)
Autor
inclasificable, cultivó todos los géneros, además de inventar uno: la greguería (definida por él mismo
como ‘metáfora + humor’), y sirve como puente entre el Novecentismo y los
movimientos de vanguardia. Siempre intentó renovar y ser original
estéticamente, así como contemplar las cosas desde los ángulos más insólitos.
En su intento por desmoronar el relato clásico, introduce en sus novelas
imágenes, metáforas y continuos juegos de palabras.
Su producción
novelística es muy extensa y de temática variadísima: El torero Caracho (1926),
Seis falsas novelas (1927) o El caballero del hongo gris (1928).
Los llamados dramas fantásticos son una mezcla de novela y obra de
teatro: El drama del palacio deshabitado (1909), La utopía (1909)
o El lunático (1912). Escribe biografías como Goya (1928) o Azorín
(1930), además de su autobiografía, titulada Automoribundia (1948).
4. La novela
deshumanizada
A raíz de la
labor realizada por los autores novecentistas, especialmente Ortega y Gasset y
su Revista de Occidente, surge un grupo de autores preocupados más por
el arte que por los problemas humanos. Ortega consideraba que, ya que la novela
estaba agotada como género, había que insistir en otros aspectos. Además de la Revista
de Occidente, las colecciones “Nova Novorum”, perteneciente a la misma Revista
de Occidente, y “Valores actuales”, de la editorial Ulises, sirvieron como
rampa de lanzamiento para los siguientes autores: Valentín Andrés Álvarez, Francisco Ayala, Benjamín Jarnés, Antonio
Obregón, Esteban Salazar y Pedro Salinas.
5. La novela social
Frente a la
novela deshumanizada, surge a partir de los años 30 un movimiento que reclama
la rehumanización del arte, la vuelta a las preocupaciones humanas. La novela El
nuevo romanticismo (1930) de José
Díaz Fernández será el detonante de esta nueva literatura. Hechos
históricos contemporáneos a estos autores, tales como la Revolución Soviética,
la I Guerra Mundial o la guerra de Marruecos, motivaron que estos escritores
tomaran conciencia de la realidad y sintieran la necesidad de denunciar
aquellos aspectos más rechazables de la sociedad. Los temas giran en torno a la
guerra de Marruecos y la situación de los obreros y campesinos, con lo que a
veces estas novelas se convierten en reportajes sociales.
José Díaz Fernández
(1898-1940)
Publica El
blocao en 1928, que se convierte en una de las primeras obras de este
género. La publicación corre a cargo de la editorial Historia Nueva, que
contribuye a la consolidación del género con la colección “La Novela Social”.
Ramón J. Sender
(1902-1982)
Es el principal
autor de esta corriente. Con Imán (1930) apuntala el género que estaba
naciendo. Tiene una gran cantidad de títulos, entre los que destacan
especialmente Mr. Witt en el Cantón, que fue Premio Nacional de
Literatura en 1935, Crónica del alba (1942) y Réquiem por un
campesino español (1960). La preocupación por la denuncia social y el
intento por mostrar la realidad tal y como es son dos elementos comunes a la
mayoría de las novelas de este autor.
6. La novela realista
decimonónica:
La importancia
que la novela realista adquirió en la segunda mitad del siglo XIX pervivió en
la obra de algunos autores empeñados en prolongarla: Ricardo León y Concha Espina.
Ricardo León (1877-1943)
Estableció un
puente directo entre el Realismo de Galdós o Clarín y la novela de la primera
mitad del XX. En 1908 publicó su novela más exitosa, Casta de hidalgos,
con la que se convirtió en uno de los autores de mayor audiencia. Los títulos
que le siguieron no alcanzaron tanta popularidad: Comedia sentimental (1909)
y Los centauros (1912).
Concha Espina (1877-1955)
Destaca por
desarrollar una prosa tenuemente lírica, así como por sus valores estilísticos.
Entre sus páginas podemos encontrar los primeros atisbos de denuncia social,
aunque muy matizada por el tono de redención cristiana que utiliza la autora,
un elemento común a todas sus novelas, que las convierte más en una
demostración de piedad que de verdadera denuncia. En La esfinge maragata
(1914) Concha Espina critica la situación discriminatoria de la mujer en León.
Su mejor novela es El metal de los muertos (1920), en la que el centro
temático es el conflicto laboral planteado por un grupo de mineros.
7. La novela
humorística:
Wenceslao Fernández Florez
(1884-1964)
Es uno de los
pocos autores españoles dedicados casi en exclusividad a la novela de humor,
aunque ese tono humorístico irá agriándose poco a poco a causa del
escepticismo. Dedicó la mayor parte de su vida al periodismo, en concreto al
artículo diario, lo cual le quitó el tiempo y la dedicación necesarios para la
novela. De todos modos, en los últimos tiempos su obra está siendo más valorada
y reconocida, con lo que puede ser considerado un autor importante de nuestra
literatura. Sus primeras obras son fundamentalmente naturalistas e introducen
elementos regionales gallegos, con toques eróticos y costumbristas: La
procesión de los días (1914), Volvoreta (1917) y Ha entrado un
ladrón (1920). Poco a poco su humor se va convirtiendo en más intelectual y
crítico, con lo que las novelas de la segunda etapa se desarrollan en lugares
imaginarios. Critica los prejuicios sexuales, el apego irracional a la tierra y
el falso heroísmo, todo lo cual le lleva al escepticismo: El secreto de
Barba Azul (1923) es una de sus mejores novelas. En ella llega a
conclusiones tan negativas como que la única solución para la humanidad sería
el “suicidio colectivo universal”. A esta época corresponden títulos como Relato
inmoral (1928) y El malvado Carabel (1930). A su última etapa
corresponde el título más conocido de cuantos escribió Fernández Flórez: El
bosque animado (1944). Situada en el bosque de San Salvador de Cecebre,
cerca de La Coruña, se trata de una novela de difícil clasificación, impregnada
toda ella por un rico simbolismo gallego.
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