viernes, 21 de octubre de 2011

COMENTARIO DE TEXTO NO LITERARIO

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Todas las semanas me propongo escribir una columna sandunguera desbordante de ironía y gracia fina. Pero luego llega el momento de teclear y se me cruza alguna noticia atroz que acaba con la guasa. Lo cual sin duda es una limitación por parte mía, porque el humor no tiene por qué suponer frivolidad, sino que es un vehículo de expresión afilado y certero. Pero ya ven, no consigo superar el repeluzno. Tal vez me estoy haciendo demasiado vieja, o demasiado tonta.
En esta ocasión, el horror que me cortó el aliento fue la foto de ese niño de Sierra Leona de cinco años, con la muñeca vendada y ojos de adulto, al que los rebeldes amputaron la mano. Por simple maldad, por la mera voluntad de producir terror. Tengo la sensación de que ahora en el mundo se mata más que nunca (la tecnología de la muerte ha mejorado mucho), y tal vez de manera más indiscriminada y más brutal. Antes, incluso en la supuestamente oscura Edad Media, la guerra parecía ser, salvo excepciones, un asunto más profesional. Los tipos se vestían de latas de sardinas y se iban a los campos a atizarse mandobles, y además tardaban lo suyo en reventarse: no eran unos matarifes eficientes. Ahora, en cambio, en este mundo ultramoderno, somos los reyes de la carnicería. Según los estudios, en las sucias guerras de hoy mueren muchísimos más niños y mujeres civiles que soldados. La tortura y el genocidio están de moda. Niños descuartizados vivos en Argelia. Niños mutilados en Sierra Leona.  
He aquí un bonito juego para la mañana del martes: pregunten a sus compañeros de oficina dónde está Sierra Leona. Yo les voy a contestar: por ahí abajo. Por abajo de la línea de flotación de los derechos humanos más básicos, por abajo de la visibilidad informativa, del interés financiero internacional, de nuestra voluntad de ayuda y de la vida.  
Rosa Montero, El País Digital, 19 de enero de 1999


El texto que vamos a comentar es un artículo periodístico firmado por Rosa Montero y que apareció en el periódico El País el 19 del 01 de 1999. Se trata de un texto de carácter expositivo-argumentativo cuya finalidad es informar a la vez que persuadir al lector del mismo. Para ello, la autora emplea una serie de argumentos junto con un lenguaje de fácil comprensión para llegar a todo el público.  
El texto trata el tema de la violencia que generan las guerras y que siempre afecta a los más débiles, en este caso se centra en los países subdesarrollados. Se pone de manifiesto que el progreso ha perfeccionado la violencia y la muerte, que se ceba en los países más desfavorecidos, situación ante la cual la sociedad parece o prefiere permanecer en la ignorancia. El texto se cierra con la palabra vida que refleja la idea de respeto a la misma.
En cuanto a su estructura externa, está formado por 20 líneas divididas en tres párrafos de forma irregular y que se relacionan de la siguiente manera con el contenido. En el primer párrafo (l. 1-5) la autora se centra en la idea de que no debería dejar de conmovernos aquellas situaciones de las que diariamente tenemos noticias por su atrocidad; en el segundo (l. 6-16), nos habla del horror que supone la guerra y como los avances tecnológicos han ayudado a darle más poder a la violencia; el tercero (l. 17-20) deja de manifiesto el poco interés o el desconocimiento que muestra la sociedad sobre lo que ocurre en los países subdesarrollados.  
Como podemos ver, tras el análisis del contenido, el autor ha empleado una estructura de tipo sintetizante-inductiva, ya que la tesis (la sociedad se mantiene ignorante ante los hechos que ocurren en los países subdesarrollados) aparece en el último párrafo después de una parte argumentativa en la que ha mostrado el horror que supone la guerra.  
Para defender su tesis el autor no solo aporta su punto de vista sobre el tema (l. 8: tengo la sensación de que hoy en el mundo se mata más que nunca) sino que emplea una serie de argumentos para persuadir al lector. Entre los argumentos que utiliza destaca el de hechos probados, para lo que aporta una serie de datos objetivos como entre las líneas 13 y 14, según los estudios (…) mueren muchísimos más niños y civiles que soldados; en la l. 15, niños mutilados en Sierra Leona. Otro argumento empleado es el de la experiencia personal, lo encontramos en la l. 6, la foto de ese niño de Sierra Leona de cinco años, con la muñeca vendada y ojos de adulto, al que los rebeldes amputaron la mano. También encontramos el argumento ad hominen, aquel en que la autora se incluye a sí misma, en la l. 5, tal vez me estoy haciendo demasiado vieja o demasiado tonta.  
Como hemos observado, la objetividad, a través de los datos reales, y la subjetividad, tras la interpretación personal que hace la autora y que espera que compartamos con ella, se entremezclan en este texto. Pretende así conseguir una doble finalidad: que el lector conozca la realidad en la que se vive actualmente y reflexione sobre ella misma.  
En cuanto al lenguaje utilizado, comprobamos que están presentes las siguientes funciones del lenguaje: la función referencial, en los datos objetivos que nos da el autor (mueren muchísimos más niños y civiles que soldados); también encontramos la función apelativa que pretende implicar al lector para lo que se emplea la primera persona del plural como en la línea 13, somos los reyes de la carnicería, o en la l. 4, pero ya ven, en este caso empleando la fórmula de la cortesía (ustedes + 3º plural)…; por último encontramos la función expresiva a través de la inclusión del propio autor en primera persona del singular como en la l. 5, tal vez me estoy haciendo demasiado vieja; en la l. 8, tengo la sensación de que ahora (…) se mata más que nunca.  
La función poética, aunque propia de los textos literarios también la podemos encontrar en los géneros periodísticos de opinión y mixtos. En este caso Rosa Montero emplea la ironía, sobre todo en el último párrafo, con la intención de persuadir al lector. Encontramos diversas figuras retóricas como las estructuras paralelísticas en las líneas 18y19: por debajo de la línea de flotación (…), por debajo de la visibilidad informativa (…); la enumeración y asíndeton en la l. 20, de la visibilidad informativa, del interés financiero internacional, de nuestra… La metáfora la encontramos en la línea 11, los tipos se vestían de latas de sardinas (hace alusión a la armadura). Además, vemos el uso de la sinestesia en la l. 4, el humor…vehículo de expresión afilado y certero, para hacer alusión a lo dañino que puede ser el uso de la lengua en su variante humorística. Con el epíteto empleado en sucias guerras (l. 13) se pretende ahondar en todo lo negativo que aportan estas situaciones.  
Por lo que respecta a las modalidades oracionales, predomina la modalidad enunciativa, tanto afirmativa como negativa (l. 4, no consigo superar el repeluzno; l. 11, los tipos se vestían de latas de sardinas). También encontramos la modalidad dubitativa en la l. 5, tal vez me estoy haciendo demasiado vieja.
En cuanto a la sintaxis, nos hallamos ante un texto muy elaborado, con oraciones amplias en las que abunda la complementación. Destaca el uso de la disyuntiva en la línea 5, Tal vez me estoy haciendo demasiado vieja, o demasiado tonta, ya que, evidentemente, tiene una función persuasiva y de llamada de atención al lector.  
En el texto se encuentran los principales mecanismos de cohesión: repeticiones (l.8, 11, 16, mata, muerte, matarife, mueren; l. 18 y 19, abajo), pronombres (l. 2, noticia atroz que acaba; l. 6, el horror que me; l. 18, yo les voy … ), determinantes posesivos y demostrativos (l. 6, ese niño de, l. 13, este mundo; l. 17, sus compañeros…), sinonimia (l. 1 y 3, gracia, humor y guasa; l. 6 y 8, horror y terror; l. 7 y 15, amputaron y mutilados… ), antónimos (l. 6-7, niño-adulto; l. 14, civiles-soldados; l. 10 y 20, muerte-vida;) conectores de oposición: l. 2 y 4, pero; l. 4, sino que…; de orden: l. 10 y 14, antes, ahora...; de adición: l. 9, y; l. 12, y además; l. 10, incluso. Como campo semántico destaca el de sustantivos abstractos relacionados con la violencia: repeluzno, horror, maldad, terror. Otro es el de palabras relacionadas con la guerra: amputación, mutilación, descuartizados, tortura, genocidio, muerte, matarifes, guerra, soldados…  
En el empleo del léxico se observa el uso de coloquialismos así como de frases hechas, que consiguen acercar el contenido al lector: l. 1, columna sandunguera; l.11, los tipos se vestían…; l. 12, atizarse mandobles; l. 6: me cortó el aliento. También es de destacar el empleo de algunas derivaciones como en la l. 13, ultramoderno, con el que se exagera la idea que Rosa Montero pretende transmitir sobre lo perjudicial de los avances tecnológicos para que el poder de la violencia se incremente; lo mismo ocurre en la línea 13 con muchísimos. Parece que Rosa abusara del empleo del adverbio de cantidad “más” en el segundo párrafo, pero está relacionado con su intención de conmover al lector incrementando el valor de lo dicho con el empleo del adverbio. Por último deberíamos pararnos a reflexionar sobre la expresión matarifes eficientes (l. 11), como si se tratara de un trabajo de oficina o de cualquier otro tipo en donde la eficiencia fuera un valor añadido; también para matar hay que ser eficientes, hay que saber cómo hacerlo (tengamos en cuenta que esta palabra significa persona que mata y descuartiza las reses). Otra expresión para reflexionar es “somos los reyes de las carnicerías”, este mundo es un matadero y hay que ser un buen matarife para ser alguien.

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