martes, 25 de octubre de 2011

COMENTARIO DE TEXTO PERIODÍSTICO

ESE CHICO
Ese chico no se me va de la cabeza. Hablo del muchacho que presenció sin hacer nada la agresión de la adolescente ecuatoriana en el tren. Hemos visto una y otra vez la espeluznante escena y verificado su pasividad, la bochornosa y patética manera en que se esforzaba en mirar para otro lado. Y digo bochornosa porque, al verlo, sentías vergüenza ajena y piedad por él; y también la enorme inquietud de preguntarte qué habrías hecho tú en su lugar.
Ese chico es otra víctima del energúmeno. En su miedo paralizador es probable que influya su condición de inmigrante. Él mismo ha declarado que estos ataques racistas son bastante comunes, y eso va creando un sentimiento de inseguridad, de fragilidad. Va comiéndote por dentro y haciéndote más vulnerable a la intimidación, más entregado a la derrota. A la propia humillación de tu cobardía. Pero es que, además, sin duda era peligroso enfrentarse a ese tipo (yo tampoco entiendo por qué el juez no encarceló a alguien tan feroz). Es peligroso oponerse a los violentos, de ahí el mérito de quienes lo hacen. Por una de esas elocuentes coincidencias del azar, el vídeo del ataque en el tren se hizo público al mismo tiempo que la historia de Daniel Oliver, el héroe de 23 años que murió de un golpe por socorrer a una chica. He aquí otro caso estremecedor que vuelve a picotearte las entrañas: ¿serías capaz de actuar como Daniel? Esa duda es inherente a la condición humana, la duda de los propios límites, la incertidumbre sobre el fondo más extremo de uno mismo: allí, en lo más hondo, ¿qué pesará más, el miedo o la propia dignidad? ¿Habrías escondido a un judío en la Alemania de Hitler? Ojalá la vida no nos ponga en una de esas situaciones límite, porque podemos reaccionar como el chico del tren. Y no sé si el pobre será capaz de superarlo.
Rosa Montero, El País

Resumen.               
En una estación de tren, un hombre agredía a una chica ecuatoriana ante la presencia de un chico que, quizá por su condición de inmigrante o por haber sufrido ataques racistas con anterioridad, no se oponía a la situación. En cambio, Daniel Oliver, si se interpuso en una pelea entre una mujer y su pareja lo que le llevó a perder la vida. Se plantea así el dilema moral sobre si merece la pena mantener nuestra dignidad jugándonos la vida.
Temas y organización de las ideas.
La autora reflexiona sobre el valor y la defensa de nuestra propia dignidad. Igualmente hace una distinción entre miedo y valor, comparando dos situaciones distintas. En una aparece el valor, y la defensa de la dignidad, y en la otra el miedo, y la inseguridad.
En cuanto a la organización de las ideas el texto puede dividirse en tres partes, la primera abarca el primer párrafo, donde la autora hace una contextualización,  es decir, sitúa el texto en un contexto determinado, en este caso en una estación de tren. En el segundo párrafo, en las nueve primeras líneas se sitúa la segunda parte, donde la autora introduce una serie de argumentos, ejemplos y comparaciones para adentrar más al lector en el tema principal. Un ejemplo de esos argumentos es por ejemplo cuando dice que es peligroso oponerse a alguien tan violento, o las preguntas que hacen pensar al lector, reflexionar sobre el tema. La comparación que hace sobre Daniel Oliver, aquel héroe que defendió a una chica jugándose la vida, es otro de los ejemplos. Y por último la tercera parte abarca prácticamente las tres últimas líneas, donde aparece la tesis de la autora. Según esto podemos definir la estructura del texto. En este caso es sintética o inductiva, ya que al principio se encuentra los ejemplos, datos y argumentos que finalmente servirán para exponer la tesis del autor, que como en este caso se encuentra el final.
Organización de las ideas:
1º parte, (primer párrafo):
Contextualización

2º parte, (abarca prácticamente todo el segundo párrafo):
 Ejemplos, argumentos, datos...
3º parte, (tres últimas líneas):
Tesis del autor 
Comentario crítico
Rosa Montero expone en el texto diferentes aspectos en torno a un mismo tema. Nos hace pensar si merecería la pena defender nuestra dignidad dando por ello nuestra propia vida, o si es más fácil que el miedo venza esa lucha, librándonos así de perder no solo nuestra dignidad, sino de perderlo todo. Ella misma no parece tener claridad en cuanto a su opinión, ya que en las últimas líneas expone en primera persona del plural que nosotros mismos podríamos actuar como el chico del tren. Es decir, nosotros mismos podemos en una situación extrema no hacer nada, y quedarnos paralizados por nuestro propio miedo.
Si pensamos bien las cosas, podemos ver como a nuestro alrededor pasan multitud de injusticias, el hambre en el mundo, las guerras… ¿merecería la pena que nosotros mismos pusiéramos en juego nuestra propia vida, cuando a nuestro alrededor pasan millones de injusticias que nadie puede parar? En casos límites y sin haberlos podido vivir de cerca creo que nadie puede dar una opinión clara de lo que haría o no. Sin embargo,  según mi punto de vista creo que hay muchas formas de evitar agresiones, violencias, y no precisamente esa forma se basa en esforzarse en mirar hacia otro lado. Creo que hay que tener un poco de humanidad, porque todos y cada uno de nosotros podríamos pensar que no es el mundo quien nos mueve, sino que nosotros podemos mover el mundo.

Este comentario está hecho por un alumno de 2º de Bach. Si queréis ver el apartado de cohesión, pinchad en el siguiente enlace:

http://raquelpelayo.files.wordpress.com/2009/05/comentario-cohesion-del-texto-ese-chico.pdf

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