sábado, 29 de marzo de 2014

COMENTARIO CRÍTICO: "Los girasoles ciegos"

Ahora lamento no haber dicho a mis padres que el hermano Salvador me vigilaba, porque el día que se presentó en casa de improviso no estaban prevenidos. Llegó dando patadas a la puerta y gritando. Mi madre no tuvo más remedio que dejarle pasar. Recuerdo que la casa estaba casi sin muebles porque se los estaba llevando gente desconocida por razones que no me atrevía a preguntar pero que yo atribuía a su pobreza y no a la nuestra.

Entró como una exhalación llamándome y no dejó de vociferar hasta que me encontró en la cocina fingiendo leer Alicia en el País de las Maravillas. Me preguntó cómo estaba, me arrancó el libro de las manos, me lo devolvió inmediatamente y me pidió, sin esperar mi respuesta, que le dejara hablar un momento con mi madre.

Durante muchos años me ha atormentado el remordimiento por haber invocado a los leprosos para que se comieran a ese energúmeno que estaba haciendo daño a mi madre, porque cuando acudí aterrorizado al oír sus gritos, vi cómo mi padre, desangelado e impotente, se abalanzaba sobre el hermano Salvador que estaba a horcajadas sobre ella, que se protegía el rostro con las manos para evitar el aliento de aquel puerco que hocicaba en su escote. Mi padre había salido del armario.

Alberto Méndez, Los girasoles ciegos.


 Comentario crítico de un fragmento de la última derrota.


Años 30, plena Guerra Civil Española. Una situación incómoda, tanto para pueblo como para autoridades españolas. Un enfrentamiento. Dos bandos, el Republicano y el sublevado. Y más de 500.000 muertos, tanto civiles como militares. A parte de los grupos exiliados.

        En esta España de conflictos, las actividades sociales estaban casi prohibidas, debido a los toques de queda y a los enfrentamientos callejeros. Apenas había gente en la calle, ya que si había grupos de personas reunidas se podrían tomar represalias contra ellos.

        Esto me lleva a pensar en el miedo, en el terror y sobre todo, en el silencio que tuvieron que mantener miles de familias humildes y trabajadoras de España. Silencio, esa es la palabra que no hacia falta nombrar a los maridos de las esposas de entonces. Las mujeres, sabían perfectamente los comentarios y hechos que convenía que supieran los vecino aledaños. Solo hacían saber a sus convecinos la felicidad de su hogar, un hogar en el que se vivía felizmente y sin problema alguno.

        Estas mujeres de antaño, madres de sus hijos y esposas de sus maridos, han ido evolucionando con el tiempo a mejor, debido a los derechos y deberes que se les han concedido con la Declaración de los Derechos Humanos. Dichas mujeres han ido sacando, poco a poco, a la luz las acometidas de sus maridos, bueno, más o menos como ahora. 
      
        Cierto es, que los casos de violencia de género han ido descendiendo desde que nuestro queridísimo Adolfo Suárez aprobó la ley del divorcio y así miles de matrimonios con problemas pudieron separarse sin que los maridos pudieran causar males mayores en su relación. Aún así, con esta opción de separación, miles de mujeres, tanto españolas como extranjeras, han aguantado las acometidas de unos maridos machistas anclados en la mentalidad del pasado.

        No solo se dan casos de violencia machista en matrimonios, sino que también, miles de parejas jóvenes mantienen más o menos la misma situación. Hombres jóvenes, con no más de 20 años, tienen los mismos comportamientos que tenían los hombres de mediados del siglo XX. Y diréis, ¿por qué tienen estos comportamientos si no vivieron la época? Pues es muy fácil de contestar, simplemente, por la educación que se le ha dado y lo que han visto en su casa.

        En definitiva, a parte de que algunas personas, de verdad, tuvieran deficiencias graves, todos estos asesinatos, acometidas, represalias, agresiones tanto sexuales como físicas contra la mujer, todo esto, me parece el más claro ejemplo de la sociedad, una sociedad en la que a los hijos los dejan a sus suerte embobados con los móviles y aprendiendo de lo que ven, en vez, de ser educados aparte de por los profesores, por sus propios padres. Luego, pasa lo que pasa, que tienes a unos hijos descontrolados  e impulsivos capaces de hacer lo que sea por tener por completo el control  de su hogar. 

        Al fin y al cabo todo esto no pasaría si a los futuros integrantes de la sociedad se les educara en condiciones. La base de una buena vida de un niño o un adolescente es la educación y el respeto por y hacia los demás.


Alejandro Fuentes, 2º Bach. C

COMENTARIO CRÍTICO: "San Manuel bueno, mártir"

Así fui llegando a mis veinticuatro años, que es cuando volvió de América, con un caudalillo ahorrado, mi hermano Lázaro. Llegó acá, a Valverde de Lucerna, con el propósito de llevarnos a mí y a nuestra madre a vivir a la ciudad, acaso a Madrid. 
–En la aldea –decía– se entontece, se embrutece y se empobrece uno.  
Y añadía:
–Civilización es lo contrario de ruralización; ¡aldeanerías no!, que no hice que fueras al Colegio para que te pudras luego aquí, entre estos zafios patanes
Yo callaba, aún dispuesta a resistir la emigración; pero nuestra madre, que pasaba ya de la sesentena, se opuso desde un principio. «¡A mi edad, cambiar de aguas!», dijo primero; mas luego dio a conocer claramente que ella no podría vivir fuera de la vista de su lago, de su montaña, y sobre todo de su Don Manuel.  
–¡Sois como las gatas, que os apegáis a la casa! –repetía mi hermano. 
Cuando se percató de todo el imperio  que sobre el pueblo todo y en especial sobre nosotras, sobre mi madre y sobre mí, ejercía el santo varón evangélico, se irritó contra éste. Le pareció un ejemplo de la oscura teocracia en que él suponía hundida a España. Y empezó a barbotar sin descanso todos los viejos lugares comunes anticlericales y hasta antirreligiosos y progresistas que había traído renovados del Nuevo Mundo. 
En esta España de calzonazos --decía– los curas manejan a las mujeres y las mujeres a los hombres... ¡y luego el campo!, ¡el campo!, este campo feudal ... 
Para él, feudal era un término pavoroso; feudal y medieval eran los dos calificativos que prodigaba cuando quería condenar algo. 
Le desconcertaba el ningún efecto que sobre nosotras hacían sus diatribas y el casi ningún efecto que hacían en el pueblo, donde se le oía con respetuosa indiferencia. «A estos patanes no hay quien les conmueva». Pero como era bueno por ser inteligente, pronto se dio cuenta de la clase de imperio que Don Manuel ejercía sobre el pueblo, pronto se enteró de la obra del cura de su aldea. 
–¡No, no es como los otros –decía–, es un santo!  

Miguel de Unamuno, San Manuel Bueno, mártir.   

Como bien dice la frase “siempre tiene que haber un tonto en la sala” y, para no variar, España siempre se lleva el máximo de los galardones. Coincido completamente con las críticas de Lázaro hacia nuestra sociedad, pero en este comentario me gustaría llegar un poco más lejos.

¿Por qué no se conservan los maravillosos ideales de Platón y su “República”, su intelectualismo moral o su teoría ético-política y sí se sigue conservando la absoluta tiranía con la que el Gobierno o la Iglesia nos sigue manipulando como a unas marionetas?

Y es que no concibo un Gobierno en el que su líder no tenga estudios superiores o sepa simplemente hablar inglés. Pero aún menos puedo entender cómo una “secta salvaje” como es la Iglesia ha podido durante tantos y tantos años estar al mando del poder y cometer tantos crímenes como lo ha hecho.

Recientemente he estado en la Basílica de San Pedro del Vaticano e inevitablemente quedé atónito ante su “Capilla Sixtina” o sus “Museos Vaticanos”, pero no pude recapacitar sobre esas desmesuradas y el lugar de procedencia de esa financiación para construirlas. Mientras había gente en la calle muriéndose de hambre, ese bueno y caritativo clero seguía indiferente para no perder ni una sola moneda para construir sus iglesias y monasterios.

Debido a esta avaricia de la Iglesia y al continúo analfabetismo que hemos ido arrastrando siglo tras siglo, no por culpa del obrero, sino por culta de los gobernantes que desde un principio no proporcionó una buena educación al ciudadano para, por otro lado, seguir abasteciéndose con sus riquezas, somos lo que somos y nos merecemos nuestro actual grupo de zoquetes y perezosos.

Ojalá hubiera habido desde un principio un grupo de personas, al poder ser intelectuales, que con un poquito de cabeza y racionalidad, hubieran construido una España mejor, basándose en el esfuerzo y la constancia, para que yo hubiera vivido en una nación digna.

Pero la realidad es la realidad, y solo espero que este deseo, que no se ha cumplido, pueda llevarse a cabo de ahora en adelante, para que mis hijos y generaciones próximas puedan vivir en una España justa, la España deseada.


Juan Antonio Pérez Lorente, 2º Bach. C 

COMENTARIO CRÍTICO: "Los girasoles ciegos"

La primera vez que el capitán Alegría estuvo cerca del riesgo fue, precisamente, el día que comienza esta historia. Su decisión no fue la de unirse al enemigo sino rendirse, entregarse prisionero. Un desertor es un enemigo que ha dejado de serlo; un rendido es un enemigo derrotado, pero sigue siendo un enemigo. Alegría insistió varias veces sobre ello cuando fue acusado de traición. Pero eso ocurrió más tarde.
En una confidencia inoportuna que días más tarde utilizaría el fiscal militar para pedir su muerte con ignominia, Alegría confesó a un suboficial intachable que los defensores de la República hubieran humillado más al ejército de Franco rindiéndose el primer día de la guerra que resistiendo tenazmente, porque cada muerto de esa guerra, fuera del bando que fuera, había servido sólo para glorificar al que mataba. Sin muertos, dijo, no habría gloria, y sin gloria sólo habría derrotados.

Aunque se unió al ejército sublevado en julio de 1936, al principio estuvo bajo la indecisión de sus mandos, que no veían en aquel alférez provisional las cualidades de un guerrero y que destinaron finalmente a Intendencia, donde su rectitud y su formación serían más útiles que en el campo de batalla. Sin embargo, sabemos por los comentarios a sus compañeros de armas que un cansancio sumergido y el pasar de los muertos le transformó, según sus propias palabras, en un vivo rutinario. Aun así, a finales de 1938, fue ascendido al grado de capitán para premiar su celo.

Soy un rendido.

Los girasoles ciegos, Alberto Méndez

COMENTARIO CRÍTICO DE LA PRIMERA DERROTA

Pérdida, derrota, vencido, abatido, consuelo, etc. son palabras con sabor amargo, pero inevitablemente difíciles de asumir.

La derrota puede ser uno de los sentimientos más tristes que puede haber, a parte de la pérdida de un ser querido.

Personalmente, el hecho de ser vencido me provoca una gran rabia y frustración que produce un llanto desmedido que desemboca en un enfado hasta de varios días.

Los españoles sabemos mucho de esto y aunque siempre en nuestro fatídico historial haya más puntos rojos que verdes, la verdad está por encima de todo y es que nos cuesta mucho reconocer que "no sabemos perder".

Reflexionamos y reflexionamos sobre esa derrota y al fin y al cabo nos damos cuenta de que la vida sigue y simplemente son unas derrotas más en nuestra vida, a las cuales prefiero llamar "no-victorias".

Tal vez exagere un poco con este tema, pero uno de mis puntos débiles es la frustración y no puedo remediar expresarlo con tanto ímpetu. Me gusta distinguir dos tipos de frustración: la evitable y la inevitable.

La evitable se centra en el gobierno y la corrupción diaria que por culpa de unos pocos tenemos que sufrirla otros muchos. Por otra parte, la inevitable es la derrota de la vida de la que se habla en el texto y sufre el Capitán Alegría.

Provoca muchísima rabia y enerva los cerebros de algunos cuando pensamos por qué lo evitable tiene que ser lo inevitable y viceversa. ¿Por qué esa escoria política sin una buena base estudiantil son los que roban al pueblo con sus privilegios usando sus limusinas y sus pensiones vitalicias mientras hay gente muriéndose de hambre en las calles y por qué algunas personas les produce remordimientos, dolor y lágrimas perder una simple final de fútbol cuando no se dan cuenta de que esas reacciones las tendrían que tener sublevándose contra el poder en cualquier acto o manifestación?

Si hay alguna idea clara de la que estoy segura es la de una marcha contra el poder. No promuevo la violencia pero todavía recuerdo con orgullo, y no tengo raíces francesas, aquella toma del Palacio de Versalles por parte del pueblo parisino que consiguió con esfuerzo y valentía derrocar a Luis XVI del trono.

Quizás no desee una reacción tan violenta del pueblo, pero sí me llenaría de orgullo y satisfacción un pequeño susto del pueblo español ocupando la Moncloa con esa rabia y frustración que malgastamos en las derrotas cotidianas para que se dieran cuenta de una vez por todas y sufrieran en sus propias carnes el miedo y la soledad que siente un desahuciado desamparado que no tiene más que el frío suelo y su sucio cartón para poder sobrevivir día tras día en la puñetera calle.

Juan Antonio Pérez Lorente, 2º Bach. C

COMENTARIO CRÍTICO DE SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR


Decíase que había entrado en el seminario para hacerse cura, con el fin de atender a los hijos de una su hermana recién viuda, de servirles de padre; que en el seminario se había distinguido por su agudeza mental y su talento y que había rechazado ofertas de brillante carrera eclesiástica porque él no quería ser sino de su Valverde de Lucerna, de su aldea perdida como un broche entre el lago y la montaña que se mira en él.
            Y ¡cómo quería a los suyos! Su vida era arreglar matrimonios desavenidos, reducir a sus padres hijos indómitos o reducir los padres a sus hijos, y sobre todo consolar a los amargados y atediados y ayudar a todos a bien morir.
            Me acuerdo, entre otras cosas, de que al volver de la ciudad la desgraciada hija de la tía Rabona, que se había perdido y volvió, soltera y desahuciada, trayendo un hijito consigo, don Manuel no paró hasta que hizo que se casase con ella su antiguo novio Perote y reconociese como suya a la criaturita, diciéndole:
            –Mira, da padre a este pobre crío que no le tiene más que en el cielo.
            –¡Pero, don Manuel, si no es mía la culpa…!
            –¡Quién lo sabe, hijo, quién lo sabe…! y, sobre todo, no se trata de culpa.
            Y hoy el pobre Perote, inválido, paralítico, tiene como báculo y consuelo de su vida al hijo aquel que, contagiado de la santidad de don Manuel, reconoció por suyo no siéndolo.

Miguel de Unamuno: San Manuel Bueno, mártir.

Aquí os dejo un comentario crítico hecho en un examen de 2º de Bach. 
Perote, el bueno de Perote. El hombre que aceptó como hijo a uno que no era suyo por recomendación de un “santo” y, tras haber caído enfermo, solo contó con el consuelo de éste para vivir. ¿Qué ha de pensar Perote? ¿qué fue cosa del azar de la vida?, ¿qué Dios, misericordioso, se apiadó de la deshonra que suponía para él aceptar a ese hijo y le concedió su ayuda en los momentos de flaqueza?
¿Ha de pensar Perote que no hay vida tras esta de paralítico? o ¿debe afianzar su fe, ahora que la parálisis se apodera de sus piernas y creer que Dios se volverá a apiadar de su situación y lo salvará?
El conflicto no existe, no hay debate entre lo que Perote ha de hacer o no. El desacuerdo reside en la naturaleza humana y en lo que nos resulta más fácil o más consolador creer. Y del paralítico, no tengo la menor de las ideas, sin embargo, sí conozco el problema moral que acarrea el creer para vivir tranquilo y feliz o el negar escuchando a la razón.
Es difícil inclinar la balanza hacia un extremo o hacia otro, puesto que he visto al más ateo rezar en hospitales junto a enfermos y al más certero en su fe negarla o, al menos, ponerla en duda ente fechorías.
Considero, pues, que hemos de abstenernos en valorar al creyente, al agnóstico o al ateo, dado que desconocemos el sufrimiento o las consecuencias que puede conllevar serlo.
¿O no sufre el creyente cuando no es premiada su buena conducta tanto como el ateo que no le da sentido a la vida?
Es esta, en el fondo, no solo una cuestión que se planteaba Unamuno, sino que nos preguntamos todos de modo inconsciente o no.
 Tatiana García Muñoz, 2º Bach. B

COMENTARIO CRÍTICO DE ANTONIO MACHADO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, 
y un huerto claro donde madura el limonero; 
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; 
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido 
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, 
más recibí la flecha que me asignó Cupido, 
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, 
pero mi verso brota de manantial sereno; 
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, 
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética 
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; 
mas no amo los afeites de la actual cosmética, 
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos 
y el coro de los grillos que cantan a la luna. 
A distinguir me paro las voces de los ecos, 
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera 
mi verso, como deja el capitán su espada: 
famosa por la mano viril que la blandiera, 
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo 
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—; 
mi soliloquio es plática con ese buen amigo 
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. 
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago 
el traje que me cubre y la mansión que habito, 
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último vïaje, 
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, 
me encontraréis a bordo ligero de equipaje, 
casi desnudo, como los hijos de la mar.


Antonio Machado, Campos de Castilla.

Aquí os dejo dos comentarios críticos sobre este poema de Antonio Machado hecho por los alumnos en un examen.


Machado, que comienza evocando su infancia, parece desintegrarse entre preferencias y atributos, de forma tan veloz como aparece el viaje definitivo, la muerte. Pero no son solo los versos del poeta los que se deshacen de manera efímera, sino que nosotros lo hacemos simultáneamente.

Los mayores, experiencia viva, suelen resultar el tormento de jóvenes que, agotados, escuchan una y otra vez la misma serenata de historias y peripecias pasadas. Sin embargo, la mayoría de estos “profesionales de la vida” no son conscientes de su actuación. “Parece que fue ayer”, “resulta increíble que haya pasado tanto tiempo”, es entonces, al escuchar estas palabras, cuando nuestra mente se activa y empieza a recordar.

No solo son ellos, nuestros mayores, los que no asimilan el paso del tiempo, somos todos. Encadenados a una monotonía al nacer, nos volvemos prisioneros de lo que establecemos, caemos en el caótico día a día y olvidamos lo verdaderamente importante en la vida: vivir. Vemos pasar los meses del calendario sin hacernos a la idea de lo que ello supone. Y, al igual que nuestros mayores, deseamos regresar a una etapa previa donde poder recuperar el tiempo “perdido” o disfrutar de aquello que no hicimos.

Pero la vida es así, corta e irreversible, pasajera. Venimos al mundo para, al menos la mayoría, labrarnos un futuro al que le dedicamos la mayor parte de nuestra vida y que, cuando llega, ignora todo aquello que habíamos logrado. Resulta tan “estúpido” como “vivir para morir”. Así, desde la opinión de una joven aterrada por el “tempus fugit”, considero que deberíamos de hacer todo aquello que deseemos o, al menos, intentarlo para que el “vivir para morir” sea “vivir y morir”.

Tatiana García Muños, 2º Bach. B

La vida de Machado, menuda “odisea”. Es la primera palabra que aparece en mi mente al recordar la biografía de este grandísimo poeta español. Viajó sin rumbo fijo, no se decidió por ningún paisaje en especial. Amó con todas sus fuerzas, y la enfermedad se llevó a su amada. Vivió en un periodo convulso, donde la palabra, que él tanto defendía, perdió su fuerza.

Pese a todo esto, buscó refugio en la poesía. ¡Qué loco!, diríamos actualmente, pero gracias a esta evasión de la vida por medio de este recurso “tan pasado de moda”, nos encontramos poemas de una altísima calidad.

Y tras pasar esta vida repleta de baches como codilleras, él no desea haber tenido una existencia más llevadera, sino que solo  lo valoremos para que “su verso, como deja el capitán su espada, sea famosa por la mano viril que lo blandiera y no por el docto oficio del forjador preciado”.

Y por desgracia, creo que eso no se está consiguiendo. No exagero si digo que la mayoría de nosotros no conocíamos la obra de Machado anteriormente, quizás porque la poesía no es una de nuestras pasiones o porque el método de enseñanza de la lírica no es el más adecuado. A nadie le gusta el academicismo frío de un libro de teoría lírica.

Pero no solo la juventud no valora a Machado. Nuestros padres, en su mayoría, conocen a este poeta por las adaptaciones musicales que hizo Serrat de sus poemas. Y eso es más triste aún, ya que la sociedad actual piensa que la poesía es aburrida, aunque no se da cuenta que la música es poesía.

Creo que la enseñanza de la lírica debería ser más práctica para que empecemos a valorar más a nuestros poetas y no tratarlos como “bichos raros”. Solo así podremos cumplir el deseo de Machado en su muerte, el reconocimiento. ¡Qué menos!

Miguel Ángel Palacios Fernández, 2º Bach. B



martes, 25 de marzo de 2014

COMENTARIO CRÍTICO DE LOS GIRASOLES CIEGOS


FRAGMENTO DE LA CUARTA DERROTA

Una de las cosas que más me sorprende es que, inevitablemente, todos teníamos recuerdos de la guerra civil, del cerco de Madrid, de los acosos de las bombas y de los obuses. Sin embargo, nunca hablábamos de ello.

En el colegio, Franco, José Antonio Primo de Rivera, la Falange, el Movimiento eran cosas que habían aparecido como por ensalmo, que habían caído del cielo para poner orden en el caos, para devolver a los hombres la gloria y la cordura. No había víctimas, eran héroes, no había muertos, eran caídos por Dios y por España, y no había guerra porque la Victoria, al escribirse con mayúscula, era algo más parecido a la fuerza de la gravedad que a la resolución de un conflicto entre los hombres.

Del grupo de amigos que formaban parte de aquel universo sólo uno, Javier Ruiz Tapiador, vestía muy de tarde en tarde el uniforme de Flecha. Tenía ocho años y ya parecía un hombre en miniatura: hablaba con voz grave, tenía un tupé inalterable por la brillantina y una forma de vestir que reflejaba cierto bienestar en su familia. Su casa era caliente, y acogedora y, para corroborar su liderazgo, tenía un hermano mayor, Carlos, que nos contaba cuentos de terror a todo el grupo de amigos con una pasión en sus descripciones, con una maestría para crear situaciones horrendas, que aún hoy sigue sorprendiéndome su inefable capacidad de narrar historias improvisadas.

A la luz de una vela que le confería un aire fantasmal, hablando cadenciosamente y salpicando su narración de onomatopeyas escalofriantes, comenzaba siempre su relato hablándonos de unos hechos pavorosos que él había presenciado.

Los protagonistas eran siempre un grupo de niños de nuestra edad acosados por un ejército de leprosos que se movían lenta y amenazadoramente buscando nuestras vísceras como si fueran su única posibilidad de sobrevivir. La lepra no era una enfermedad infecciosa, era una enfermedad del alma y su peligro no estribaba en el contagio sino en su voracidad caníbal.

Comentario crítico hecho por Alejandro García de 2º de Bach.B

En este fragmento de los Girasoles Ciegos se trata el tema de la pérdida del significado real de las palabras durante la guerra civil de 1936 y dictadura franquista, y que sigue aún, incluso en la actualidad, siendo un tema muy discutido y recurrente.

Uno de los objetivos del régimen fascista fue sin duda adaptar la mentalidad de la población, y sobre todo de los jóvenes, para conseguir apoyos y así perpetuarse en el poder, de ahí que diera tanta importancia a los movimientos juveniles y a la censura. El Estado crea ideología con la que mantenerse en el poder a través de los medios de comunicación, principalmente. La prensa se convierte en una máquina de ideología que crea su propia "verdad" y que inmediatamente es absorbida y asimilada por sus lectores. Estos no buscan una verdad en la prensa, sino una interpretación complaciente sobre la misma.

En el franquismo el medio de comunicación más importante fue el periodismo, que empleaba sin descaro eufemismos y juegos de palabras para confundir y engañar a la población. De esta manera, no existieron, como dice el texto, "víctimas", sino "héroes", de la misma forma que no fue una "guerra civil" sino un "alzamiento nacional, una cruzada". Así moldeaban la mente de la población, para que interiorizaran diversas justificaciones del golpe de estado fascista.

Incluso hoy en día podemos apreciar que se sigue empleando eufemismos en la televisión, radio, internet, prensa, etc. Los medios no hablan de "estancamiento económico" sino de "crecimiento cero". En las guerras, como la de Irak, no hubo muertos, sino simplemente "daños colaterales". El neoliberalismo estadounidense ha conseguido que sus ciudadanos crean que no existen pobres, a pesar de haber millones que vivan en la miseria. Lo que existe son losers (perdedores) que creen que merecen su situación por no haberse esforzado lo suficiente en un sistema donde lo más importante es el individualismo y la competitividad.

Por esto es necesario que las palabras retomen su significado real, pues actualmente los políticos usan más la lingüística para ganar elecciones que las iniciativas o ideas políticas. Para ello es fundamental que las personas lean, estudien y se interesen más por los asuntos públicos, pues las palabras son un elemento fundamental para la vida en sociedad. Como decían los griegos en la época clásica, "no hay que ser idiotas". (La palabra idiota procede del griego y significa "aquél que no se preocupa por lo público")


jueves, 20 de marzo de 2014

COMENTARIO CRÍTICO: "San Manuel bueno, mártir"

Su vida era activa, y no contemplativa, huyendo cuanto podía de no tener nada que hacer. Cuando oía eso de que la ociosidad es la madre de todos los vicios, contestaba: «Y del peor de todos, que es el pensar ocioso». Y como yo le preguntara una vez qué es lo que con eso quería decir, me contestó: «Pensar ocioso es pensar para no hacer nada o pensar demasiado en lo que se ha hecho y no en lo que hay que hacer. A lo hecho pecho, y a otra cosa, que no hay peor que remordimiento sin enmienda». ¡Hacer!, ¡hacer! Bien comprendí yo ya desde entonces que don Manuel huía de pensar ocioso y a solas, que algún pensamiento le perseguía.

            Así es que estaba siempre ocupado, y no pocas veces en inventar ocupaciones. Escribía muy poco para sí, de tal modo que apenas nos ha dejado escritos o notas; mas, en cambio, hacía de memorialista para los demás, y a las madres, sobre todo, les redactaba las cartas para sus hijos ausentes.

            Trabajaba también manualmente, ayudando con sus brazos a ciertas labores del pueblo. En la temporada de trilla íbase a la era a trillar y aventar, y en tanto aleccionaba o distraía a los labradores, a quienes ayudaba en estas faenas. Sustituía a las veces a algún enfermo en su tarea. Un día del más crudo invierno se encontró con un niño, muertito de frío, a quien su padre le enviaba a recoger una res a larga distancia, en el monte.

            ─Mira -le dijo al niño-, vuélvete a casa a calentarte, y dile a tu padre que yo voy a hacer el encargo.

            Y al volver con la res se encontró con el padre, todo confuso, que iba a su encuentro. En invierno partía leña para los pobres. Cuando se secó aquel magnífico nogal -«un nogal matriarcal» le llamaba-, a cuya sombra había jugado de niño y con cuyas nueces se había durante tantos años regalado, pidió el tronco, se lo llevó a casa y, después de labrar en él seis tablas, que guardaba al pie de su lecho, hizo del resto leña para calentar a los pobres.

Miguel de Unamuno: San Manuel Bueno, mártir. 

Ejemplo de un comentario crítico hecho durante un examen de 2º de Bach.
¿Lo pasado, pasado está? Si así fuera no habría tantas preocupaciones de hechos posteriores que nos atormentan a día de hoy.
Somos seres sensibles y hasta la más mínima y absurda cosa nos afecta y nos hace sentirnos tan dolidos. No todo se borra y no de todo “nos reiremos al acordarnos”.
Puede ser que de nuestro sentido del ridículo dependa el nivel de aflicción hacia el recuerdo, pero todos tenemos alguno que nos marca, nos duele, y por él nos fustigamos. Y ¿para qué?, ¿para qué seguir lamentándose si “el pasado, pasado está”?
Ante todo, no somos robots, como a veces ya nos gustaría, por ello no calculaos qué hacer, cómo hacer o cómo decir algo en un momento dado. Somos espontáneos, sí, algunos más que otros. Pero absolutamente nadie nace con un planning de su vida. Actuamos tal y como ese órgano vital simbólico nos dicta, o como a no sé que hemisferio cerebral le parezca bien.
¿Será culpa de los sentimientos, eso de sentirnos perseguidos por recuerdos? ¿Tendrá una persona autista remordimientos, quebraderos de cabeza, fantasmas del pasado?
No siempre se puede evitar que los pensamientos te reconcoman, y aunque Don Manuel se mantenía ocupado en cuerpo y mente, ¿cómo se libraba de los sueños? Imposible librarse, a veces los sueños son una ventolera de recuerdos involuntaria, inesperada e incontrolable.
“Mente sana, cuerpo sano”. “Las enfermedades del pensamiento” llamaría yo a la ansiedad, la depresión, esos trastornos mentales, como no, todos deudores del juego del “comecocos”

Sarah Parra Martínez, 2º Bach. B

lunes, 17 de marzo de 2014

SEXTO LIBRO: La metamorfosis de Kafka

Si pincháis sobre el libro, accederéis al enlace para descargarlo.






Una metáfora de la vida: La metamorfosis, una obra escrita, en 1915, del puño de Franz Kafka, un escritor checo, hijo de padres judíos, que vivió los estragos de los inicios, así como el apogeo, de la primera guerra mundial.

Su vida no estuvo dotada de grandes hazañas, pues era tímido y antisocial; su padre ejercía un control absoluto sobre él, alejándolo así de su placer por la literatura, que sin embargo, más tarde logró recobrar. Kafka nos ha dejado grandes obras —entre ellas: EL proceso, La condena y América—, de las cuales La metamorfosis es una de las más reconocidas, ya que refleja indudablemente su vida bajo la fuerte influencia de su padre, y la crítica del régimen de aquéllos años en la Europa del Este.

La obra se ubica dentro del género narrativo, constituyendo un relato del realismo fantástico, con rasgos expresionistas y surrealistas. Durante toda la historia, el autor plasma situaciones no fuera de lo normal; sin embargo, un aspecto que lo hace formar parte de esta corriente es el elemento de la transformación que sufre el personaje principal.

El análisis del comportamiento y su contexto, así como la aparente decaída de Gregor y la frecuente presencia de un entorno templado, oscuro, privado de claridad, convierten al relato en un híbrido digno de la literatura.

En La metamorfosis, Franz Kafka aborda el tema del autoritarismo, mediante la historia de un viajante de comercio, llamado Gregor Samsa, el cual despierta una mañana transformado en un insecto, convirtiendo éste en un pecado que lo lleva a sufrir los más grandes sinsabores por parte de su familia, el trabajo y la sociedad. Después de diversos acontecimientos, el personaje principal termina de una manera trágica, mientras que su familia, lo más cercanos a él, toman este suceso como una liberación para seguir adelante con su vida.

El autor plantea, de una manera extraordinaria, su biografía, su sometimiento hacia su padre, dándonos a conocer las consecuencias y sentimientos experimentados bajo tal régimen autoritario, en donde el único error a cometer es haber nacido dentro de ese sistema. Asimismo, la obra en cuestión es una clase de crítica al gobierno de aquella época, plena de subordinación y autoritarismo, donde las cosas están ya predeterminadas sin explicación ni razón alguna —como se observa en el relato—, así como la inferioridad suscitada por el hecho de ser judío.



SOBRE EL AUTOR Y SU ÉPOCA



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ENLACES:

http://andrespr5.files.wordpress.com/2013/09/6-la-metamorfosis.pdf

http://lenguaieslaorden.wikispaces.com/file/view/La%20metamorfosis%2C%20de%20Franz%20Kafka.pdf/428993408/La%20metamorfosis%2C%20de%20Franz%20Kafka.pdf





miércoles, 12 de marzo de 2014

LA NARRATIVA EN LOS SIGLOS DE ORO

La prosa del siglo XVI

Dos tipos de prosa coexisten en este período: la que busca la naturalidad y rehuye la afectación y la que, al contrario, se complace en la complicación formal y la sintaxis retorcida en el énfasis que tomará en el Barroco.

En la novela gozaron del favor público los libros de caballerías, aunque la obra más importante de la narrativa del S.XVI es la novela titulada el Lazarillo de Tormes.Estelibro se público en 1554 en Burgos, en Alcalá de Henares y en Amberes, y al poco tiempo fue prohibido por la Inquisición, aunque siguió imprimiéndose en España entre 1556 y 1586.De autor anónimo, narra las peripecias de un pícaro cuyo único afán consiste en no pasar demasiada hambre. Está escrito en una lengua coloquial y realista. Algunos estudios sostienen la tesis de que con el Lazarillo, cuyo título completo es La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades, se inicia la novela picaresca.

 
La novela en el Barroco

En este período la novela española tiene una de sus épocas de florecimiento y llega a su apogeo con las obras de Mateo Alemán, Cervantes, Quevedo y Gracián. 

La novela picaresca, todavía en germen en el Lazarillo de Tormes, alcanza entonces la madurez con la obra de Mateo Alemán (1547-h. 1614) Guzmán de Alfarache, cuya primera parte aparece en 1599 y la segunda en 1604. De enfoque muy pesimista, las aventuras de héroe se entremezclan en la novela de Alemán con buen número de digresiones didácticas y con reflexiones de naturaleza moral y ética.